sábado, 4 de abril de 2015

UNA PÁGINA DEL DIARIO DE MARÍA. Meditación de Sábado Santo.


Hoy es Sabath. El Sabath más triste de cuantos he conocido y, al mismo tiempo, el Sabath más perfecto: hoy sí que cumplo a la perfección el precepto del descanso. Después de tanto dolor, de tanta angustia, de tanto sin vivir, por fin hoy mi alma descansa y, aunque sin Él, entregado ya al sepulcro, me parece sentir su presencia y su sostén, y en esta oscuridad de mis Dolores y de mi Soledad, siento como si la primavera quisiera brotar en mi interior, como si una luz se vislumbrara al final de este nel. Y vivo la Esperanza, como si la Pascua que celebramos los judíos quisiera hacerse hoy más Pascua y más definitiva. , más definitiva, aunque lo definitivo no acepte gradaciones; pero éstos son los modos de mi Dios, que en una Virgen hace fecundar la Vida, “porque nada es imposible para Dios” (Lc 1,37).
Aún recuerdo el día de la Anunciación, cuando el Padre me hizo comprender todo casi sin entenderlo y yo no supe sino ponerme a su servicio, declararme su sierva para que se cumpliera en mí su voluntad. Ésta es la bendición más grande, la felicidad completa, la bienaventuranza: no tanto ser su Madre, cuanto oír su Palabra y actuarla (Lc 1,42.45; 8,21; 11,27-28). Y  hubo Encarnación, cuando su vida comenzó a ser vida en mi interior. Y la Visitación no fue sino la consecuencia: ponerme en camino y aprestarme a recibirlo en los hermanos. Y proclamar, con la voz y con la acción, que Él es el Dios de los pobres, que ensalza a los humildes, que cumple su promesa (Lc 1,46-56; 10,21; Is 25,4-5).
La infancia no fue infancia: fue una perpetua exposición del Santísimo. Ahí estaba Él, y al enseñarle yo aprendía, y al darle recibía en una elevadísima progresión geométrica. Y sin dejar de ser niño, era mi Dios. Y si se perdía y me daba un disgusto, al tiempo me enseñaba: "debo atender las cosas de mi Padre"  (Lc 2, 49). Y era como si todo se reordenara en un instante al recordar que no era para mí, no sólo para mí, era de todos.
Y un día se marchó, como marchan los hijos de casa de sus padres, pero de otro modo. No fundó otro hogar: anduvo de aquí para allá, sin guarida siquiera, que al menos los animales eso tienen. (Lc 9, 58). Y comenzó a elegir a sus amigos. Era de todos.
Al principio aún nos vamos. Como en aquella boda de Ca. Recuerdo mo tuve que empujarle a que actuara, a que hiciera algo. Y, al resistirse, él no me llamó madre, ni mamá; me llamó mujer (Jn 2, 4). Y entonces sentí recaer sobre mí el peso de todas las mujeres y aun de la humanidad entera, como si quisiera hacer de mí la nueva Eva, la nueva y definitiva Madre del género humano, con la misión de señalar: "haced lo que Él os diga" (Jn  2,5).
Por eso ayer, ayer sin ir más lejos, cuando su sangre teñía ya la Tierra y el aliento le faltaba, cuando yo apenas si me sostenía en los brazos de Juan, me lo entregó como hijo y me regaló como Madre  (Jn 19, 25-27). Y, en medio del dolor, un nuevo fiat, el mismo fiat, produjo esta vez un parto múltiple, pues creo comprender que mi maternidad no sólo es para Juan, no se acaba en un nombre.
Dolores, Soledad, Esperanza; Anunciación, Encarnación, Visitación, y mil nombres de mujer. Todos míos, María de los mil nombres, que en cada mujer, y en cada hombre, que escucha y actúa su Palabra, me siento presente, como el puente que entrelaza las dos Alianzas: la Antigua y la Nueva, ambas fruto de un amor infinito que siempre da el primer paso, y llama sin obligar a nada, y seduce sin herir la libertad con que nos concibiera. Inmaculada Concepción, , pero fue su bondad más que mi mérito, sin que por ello mi libertad se resintiera: el fue mío, aquel día y todos los siguientes. Porque un sí no es un instante, sino una vida entera. "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir" (Jer 20, 7).
Y hoy, como entonces, como en aquella boda, me siento llamada a empujarle a actuar, a suplicarle, a ser la intermediaria. Auxiliadora me siento, voz del pobre, del que sufre, de todo aquél que se ha quedado sin vino, que ha perdido la alegría de la vida. Siento que mi misión no acaba con su muerte, sino que se multiplica.
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Ya amanece. Y hoy sé que VIVE.
No me hace falta que vengan a decirlo las mujeres, no necesito ir a comprobar que el sepulcro está vacío, hasta puedo prescindir de que se me aparezca. Me basta comprobar que ya es de día: la Luz ha vencido a las Tinieblas. El Sabath dio paso al primer día. Sí, hoy es el primer día, el primero, el de la creación ya recreada (vuelta a crear y, al tiempo, deleitada en alegría nueva)Hoy es el día del Señor, el de su Gloria, el de la Pascua. Hoy sé que vive; por sí mismo.
Y EN TODO AQUÉL QUE VIVE SU EVANGELIO.

De mi libro "Cuarenta soles y cuarenta lunas".

Ediciones STJ. Barcelona, 2006.

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