miércoles, 27 de julio de 2016

DIA 10: OMAR, ABDELILAH, AZ-DINNE, HUSSAN, HUSSEIN…


Melilla, miércoles 27 de julio de 2016.

Por tercer día consecutivo, he ido hasta la Purísima para acompañar a los menores. Un educador nos ha pedido si podíamos llevarnos un grupo de chicos nuevos. Llevan una semana en Melilla y apenas hablan o comprenden español. Entre ellos estaba Omar. Es un chico Sirio de 17 años, sus padres están en el CETI pero a él lo han separado hasta que se conozcan los resultados de las pruebas de ADN. Huyen de la guerra, claro. Con toda esta migración masiva está habiendo mucha falsificación de pasaportes y documentación, así como tráfico de menores, por eso el protocolo exige las pruebas de ADN. En cuatro o cinco días, si el resultado es positivo, como es de esperar, Omar podrá reunirse con sus padres, abandonar La Purísima e instalarse en el CETI. Con Omar me he entendido en inglés. Tiene un nivel de inglés superior al mío (lo cual no es ningún mérito), pero se notaba que su nivel cultural era superior al del resto. Su padre es químico y les gustaría llegar hasta Alemania, porque allí tienen familia.

También Abdelilah tiene un nivel cultural superior al resto. Es Marroquí y con él me he entendido en francés, que hablaba con mayor fluidez y claridad que los subsaharianos, o, al menos, yo lo entendía mejor. Por cierto, que le he contado a Mamadou Alfa lo que me dijo la trabajadora social y él lo ha negado, me ha dicho que Adela se equivocó de chico, que él no ha faltado nunca a clase. Me lo creo, él le da importancia a los estudios. Como se la da Abdelilah. Me ha dicho que su intención es llegar a Francia e ir a la universidad. Le gustaría estudiar Derecho. Según él, en Marruecos sólo hay miseria y por ello ha salido de allí.

Con ellos hemos ido al parque Hernández a hacer una gymkana. Tanto los chicos como las monitoras lo han dado todo bajo un sol de justicia. Después hemos ido a la playa, donde nos hemos reunido con los niños de la gota de leche. Íbamos a bañarnos, pero a cuatro niños les han picado las medusas y los hemos hecho salir del agua a todos. Aun así nos lo hemos pasado muy bien y nos hemos remojado. También estaba Az-dinne, un muchacho que en los dos últimos días nos ha dado algún problema, porque se ha peleado con la “novia” que tenía en la gota de leche y está herido. La vida ha herido a estos jóvenes. Az-dinne me explica, sin que yo se lo pregunte, que se marchó de casa de sus padres harto de soportar la mala relación existente entre su padre y su madre. Az-dinne es lo que llamamos carne de cañón, no tiene apenas estudios ni interés alguno por tenerlos.

Cuando hemos regresado de la playa he experimentado en primera persona la hospitalidad melillense. He ido a comprar una bebida isotónica, como hago cada día, a una pequeña tiendecita que tenemos aquí al lado que, si no es clandestina, al menos lo parece. Te atienden por una ventana con la persiana medio bajada. Otros días me ha atendido una chica joven o su hermano. Hoy estaba el padre. Me ha sacado una silla y me ha invitado a sentarme con él. Hemos hablado de todo, de lo divino y de lo humano. Me ha dicho que en Melilla la gente es buena. Me ha comentado la noticia del degollamiento ayer de un sacerdote en Francia. Y me ha repetido lo que ya Moha me dijo el primer día: “Ésos no son musulmanes”. Y lo ha justificado: “Un musulmán respeta la vida y ésos no lo hacen; respeta La Meca y ésos no lo hacen, ponen bombas”. Se llama Hussein y es tan español como yo. Eso fue una de las cosas que me llamó la atención en Melilla: son musulmanes, tienen su propia cultura y su propia lengua, pero son y se sienten tan españoles como yo. Hablan español con acento andaluz y además tienen su propia lengua: el tamazig. ¿Por qué no está reconocida en el estado español esta lengua? ¿Porque sólo la hablan los pobres?

Por la tarde, he ayudado a duchar a los niños de las colonias. Me ha parecido mucho más ordenado que la otra vez que lo hice, hoy nadie ha perdido o confundido su camiseta. Los niños se duchan con bañador y se cambian tapándose con su toalla. Sin embargo, no se pueden evitar las típicas bromas de: “éste la tiene pequeña”. Me parece algo normal entre niños. Lo que me ha tocado la moral es que, siendo ya tan jovencitos, los niños negros presuman de “su metralleta” (literal) y se rían de la de los blancos… Me he acordado de Rubén, un chico negro que fue alumno mío en Barcelona y siempre decía que los negros triunfan en atletismo, pero no en natación, porque se hunden. Y se reía a carcajadas.

Pero la anécdota más emotiva del día me la ha contado Abel en el coche. Todos sabemos que Hussein es un niño de la gota de leche que ha sido adoptado por una familia de la península. Mañana se va. Él está contentísimo, claro. Pero su gran amigo no. “Es como si me muriera un hermano”, le ha dicho a Abel. La vida es irse despidiendo continuamente. Más para estos niños.

 

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